martes, 9 de agosto de 2011

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En esta ocasión la temporada de visitas ha dejado más de un nuevo destino que a buen seguro dejará un buen sabor de boca a más de uno, y es que en esta ocasión el güerito (and company) se ha introducido en alguno de los elementos más típicos y llamativos de la esfera turística del D.F.

El Ballet Folklorico de Amalia Hernández es, además de una forma estupenda de visitar las entrañas de ese estupendo edificio que es el Palacio de Bellas Artes, una inmersión en los bailes étnicos y regionales mexicanos: arrancando con los ancestrales bailes quetzales que poco a poco van llegando a representaciones más modernas, y pasando por los antiguos sones de Michoacán, la fiesta veracruzana, la danza del venado y navidad en Jalisco. La vistosidad de los vestuarios y la increíble diversidad de las coreografías han hecho que este maravilloso espectáculo se venga representando casi ininterrumpidamente desde 1959.

Frente al palacio de Bellas artes y el parque de la Alameda se yergue la torre latinoamericana rematando con sus 204 metros la conocida y transitada calle Madero. Desde su mirador se puede contemplar en un día claro toda la ciudad, llegándose incluso a ver los volcanes, y ello sin que en ningún momento se pierdan de vista los edificios hasta la misma línea del horizonte, poniendo de manifiesto por qué el Distrito federal es una de las ciudades más grandes y pobladas del planeta.

No muy lejos y atravesando Reforma se encuentra la plaza de Garibaldi, de la que en alguna otra entrada ya he hablado. Centro de reunión de mariachis dispuestos a ofrecer sus servicios a turistas y autóctonos, la plaza está rodeada de cantinas donde se sirve tequila a raudales empujado con toda clase de botanas (aperitivos). Entre todas las cantinas destaca el Salón Tenampa, donde desde 1925 y de forma exclusiva (no cuenta con otras sucursales, como rezan los carteles) se viene disfrutando de la tradición más difundida de puertas para afuera. Es tan conocida esta cantina, que artistas del nivel de Juan Gabriel o Jose Jose le han llegado a dedicar un álbum.

Bajando hacia el Sur nos encontramos en San Ángel, donde comercio artesanal y una gran oferta en pintura y escultura conviven con una excelente gastronómica (encabezada seguramente por San Angel Inn) que hace de este lugar un destino casi obligado los sábados, cuando abre el bazar. Junto a San Angel Inn se encuentran las casas de Frida Kahlo y Diego Rivera, reconocidos fácilmente por ser 2 edificios que conviven en la misma parcela, uno rojo y otro azul, y que se encuentran unidos en sus azoteas por un puente casi diagramático. Actualmente es un museo dedicado a estas dos icónicas figuras del arte mexicano, donde se puede llegar a conocer un poco más de estas dos apasionantes personalidades.

Y aprovechando que nos encontramos en el Sur, ¡ya era hora de dejarse caer por Xochimilco y sus trajineras! Su nombre, que traducido sería “Lugar en la sementera de la flores” o “campo de flores”, ya nos hace intuir que se asienta sobre un vergel particularmente fértil y con gran tradición en el cultivo de plantas. Rodeado por largos canales, viajando en estas embarcaciones se suceden los invernaderos y los puestos de comida, dos de sus grandes reclamos ya que por un lado lo habitual es realizar paseos sentados a una mesa donde nunca falta la comida y la bebida, y por otro es un destino habitual para conseguir una gran variedad de plantas y ricos sustratos a precios muy económicos.

Y para rematar y uniendo los conceptos de maravillosas vistas y vegetación, no podemos olvidarnos del castillo que se encuentra en el Bosque de Chapultepec. Actualmente restaurado y convertido en el Museo Nacional de Historia, uno de sus grandes atractivos son las vistas de la ciudad, donde desde las terrazas del castillo quedan enmarcadas las imponentes vistas por el frondoso bosque de los chapulines o saltamontes, emblema siempre presente en este parque inmenso en el que caben desde el auditorio nacional, hasta un parque de atracciones y una gran variedad de museos.


Y eso es todo por hoy, me despido hilándo el Mariachi loco que tantas veces sonó en el Tenampa, con el New York New York de Sinatra en honor a los amigos que vinieron de visita desde tierras gringas. Hasta la próxima y aqui me quedo con mi recién estrenado abono Puma (si la lluvia consiente que lo pueda usar) y una mención especial y mezcalera también para "el empresario", a quién el otro día despedimos ya que se vuelve para su tierra, siendo la primera baja de esta aventura.