Huyendo de las olas de frío que azotan Europa, entendí que el último puente era una buena ocasión para regresar a la ciudad de la eterna primavera: Cuernavaca. ¿De qué otra forma enviar mi más sentido apoyo a todos los que –bufanda, orejeras y quince capas de ropa encima- caminaban cual pingüinos por las calles de Madrid? Que se digan muchas cosas, pero que nunca se pueda afirmar que no me solidarizo…
Dicho y hecho, con la ayuda y predisposición de unos amigos, estábamos dándonos baños en la piscina disfrutando del sol y las eternas horas de sufrimiento… Pero como no todo el monte es orégano, y ya iba siendo hora de descubrir otros lugares, Taxco se antojaba una buena opción para mezclar turisteo en nuevos lugares, con otras actividades más relajadas y relajantes.
Taxco es un antiguo pueblito minero de plata, a aproximadamente una hora de Cuernavaca (alejándose del DF). Constituido como uno de los “pueblos mágicos” de la Secretaría de Turismo, digo antiguo pueblo minero en el sentido de que actualmente apenas se desarrolla ya esa actividad, lo cuál no es de extrañar si tenemos en cuenta que es el centro minero más antiguo del continente.
Una de las primeras características que el visitante aprecia según se acerca por la carretera, es la importante pendiente en la que se desarrolla la ciudad, dando casi la imagen de casas descolgadas de la empinada ladera. Esto es un importante atractivo sólo contrastado con los incómodos calores que le asaltan a uno según intenta recorrerla. Especialmente si se busca llegar hasta la estatua del Cristo, que al más puro estilo del Cristo Redentor de Río -sólo que más pequeño y más rosa- se ubica en uno de los puntos más elevados, desde donde se puede disfrutar de una increíble panorámica de la ciudad.
Otro elemento notable es su arquitectura típica: con paredes pintadas de blanco y celosías formadas con las mismas tejas que cubren sus tejados. Si no fuera porque siempre hay que tener mucho cuidado con las comparaciones, diría que era una bonita mezcla entre los pueblos de la sierra de Grazalema (Cádiz) y Béjar (Salamanca).
No es que quiera obviar el elemento que puso a Taxco en el mapa mundial -que es su trabajado de plata- pero disculpen que uno es hombre disque-discreto y no gusta de semejantes alhajas (ni tiene quién se las demande!).
Siguiendo con el proceso de Mexicanización, y haciendo un poco el guiri, otro de los eventos más cercanos fue asistir al concierto de “Juan Gabriel”: compositor de 62 años que por aquel otro lado del charco se hizo famoso por escribir canciones para grandes del medio como las dos Rocíos (Jurado y Durcal) o la Pantoja. Pero aquí tiene a bien ganado su lugar como uno de los grandes de un estilo del que es estandarte.
El “Divo de Juárez”, que es uno de los apelativos con que se le conoce, siempre ha gozado de fama de ganarse realmente el pan en los conciertos, donde es capaz de meterse al público en el bolsillo por sus temas pegadizos y su facilidad de interactuar con la audiencia (Y después de algo más de dos horas y media, y varios de sus temas más famosos, no seré yo quién ponga en duda dicha afirmación). Esto llega a su culmen en los conciertos de poco aforo típicos de las ferias o “Palenques” (que normalmente venían acompañados de peleas de gallos).
Canciones como “Querida”, “Noa, Noa”, “Se me olvidó otra vez”, o “Así Fue” (que incluyo en la entrada), se mezclaban con el público entregado que abarrotaba el Auditorio Nacional. Después de eso me tocó la experiencia de mi primer bar de “ficheras”, que son bares con banda en directo y señoritas que por 10 pesos te conceden un baile… pero eso será para otra entrada.
Saludos desde los templados climas mexicanos!
P.D. Y aqui está el güerito estrenando versión 3.0! Con Garibaldazo incluído