Como decía más arriba, el objetivo del viaje -además de papeleos varios para empezar a regularizar mi situación legal en el D.F.- era poder dar una buena sorpresa a una amiga que se casaba y que “a ciencia cierta” sabía que yo no podría ir. En este sentido de nuevo mi agradecimiento al par de amigos que hicieron posible mantener el secreto aún en estos tiempos en los que la sobrecomunicación y las redes sociales parecen hacerlo casi imposible… Y con el objetivo cumplido, a disfrutar del fin de semana en compañía de un buen número de amigos, poniéndonos al día y sobrellevando el jetlag a golpe de risas y "bebidas espirituosas".
La boda tuvo lugar en el pueblo de Béjar, perteneciente a la provincia de Salamanca. Población conocida por sus pronunciadas pendientes que han contribuido a su excelsa cantera de ciclistas (de la que salió por ejemplo Roberto Heras), por sus bellos parajes (está rodeada de un entorno natural declarado reserva de la biosfera por la Unesco) o su gastronomía, Béjar cuenta con una población aproximada de 15.000 habitantes, lo que la convierte en el foco de la zona y atrae hacia si las gentes de otros pueblos tan bonitos y turísticos como Candelario, Hervás o Baños de Valmayor. En las proximidades también se encuentra el Valle del Jerte, precioso en la época de florecimiento del cerezo, cuyo cultivo y comercialización constituye su principal motor económico junto al turismo.
Pasado el fin de semana, tocó la “tournée” para ver a amigos y familiares, de la que destacaré aquellos elementos y comidas típicos de estas fechas:
Las “terracitas” son aquellas mesas que en verano sacan los establecimientos a la calle para poder consumir sus productos al solecito o en frescor de la noche. Esto puede no parecer tan chocante en una ciudad con un clima como el del D.F., pero en España vienen a durar entre 3 y 5 meses según la región, y son aprovechadas a golpe de tintos de verano (vino con soda o con refresco de limón) y cervezas heladas (Mahou a ser posible). Todo ello acompañado en cada pedido de su correspondiente “tapa”, que pueden llegar a convertirse en el reclamo del bar en cuestión, y las raciones más diversas.
Y si de tapas o raciones hablamos, hay bares que forjan su fama en un número reducido pero muy bien escogido de ellas. Buenos ejemplos serían:
- “Casa Labra” (tajada y croqueta de bacalao),
- “La taberna la Ardosa” (donde coincidí con unos amigos de México) con sus croquetas de cabrales (queso típico de Asturias y de sabor contundente), salmorejo (sopa fría de jitomate, más densa que el gazpacho y que se acompaña de huevo duro y jamón serrano picados), cazón en adobo (buen ejemplo del pescaíto frito andaluz), anchoas del Cantábrico (de Castro Urdiales para ser más precisos, pueblo mío de veraneo por mucho años), y todo ello regado con “vermú de grifo”, bebida cañí (típica de Madrid) donde las haya.
- Otro buen ejemplo sería “el Melos”, gallego en el que entre barro y barro de Ribeiro (en Galicia el vino se sirve muy frío sobre unos cuenquitos cerámicos conocidos como “barros”) se da cuenta de unas croquetas grandes como puños, la “zapatilla” (torta también de dimensión pantagruélica con lacón y queso de tetilla), pimientos del padrón (de los que se dice que unos pican y otros no), y de postre queso de Burgos con dulce de membrillo.
Melón con jamón, ensaladilla rusa, gazpacho, papas revueltas, pimientos asados riojanos, chistorra light, pochas, gambones rojos, arroz al horno... Y para rematar la tarde/noche, ¿qué mejor que un digestivo Patxarán o un refrescante Gin tonic?
En fin, pocos días pero muy bien aprovechados, en los cuales no dejaba de asaltarme esa curiosa sensación que se tiene cuando uno va de vacaciones a su casa, ve a sus amigos de toda la vida y en general hace todo aquello que solía hacer… pero esta vez de forma excepcional, pues tampoco me olvidaba que en esta nueva etapa mi vida se va poco a poco forjando y asentando a este otro lado del charco.
No sé cuando será la próxima, pero como bien decía Sabina, me queda la tranquilidad de saber que aunque haya muchas ciudades en el horizonte, seguro que siempre habrá un tren que desemboque en Madrid.