miércoles, 13 de abril de 2011

San Juan y San Ángel

Este fin de semana pareció moverse entre santos, ya que visité dos sitios llamados “de San Juan” y de “San Ángel”.

El primero es un mercado situado en el casco histórico de la ciudad y se encuentra entre los más antiguos, posiblemente el de productos de mayor calidad y por qué no decirlo, los productos más exóticos. Centro de actividad en la época prehispánica, durante el virreinato sobrevivió como uno de los pocos “tianguis” cercanos a la gran Tenochtitlan. Su estructura y emplazamiento actual cuentan con poco más de cincuenta años de antigüedad, y se ha convertido en el centro de la comunidad gourmet de México por la gran variedad y calidad de los productos que ofrece, ya que se puede encontrar un amplio abanico de productos que van desde los más básicos del día a día hacia lo mas exótico y selecto (siempre con calidades superiores, tal y como rezan los carteles).


Entre los productos más curiosos que se pueden encontrar hay carnes de armadillo, iguana o león, pescados como la mantarraya o tenazas de cangrejo moro. Pero estos exotismos, aunque muy llamativos y de gran tirón turístico, no son lo que yo destacaría del mercado tanto como la elevada calidad general de todos sus productos. En los avisos para navegantes se incluye lo que los que gustamos de comprar y comer bien ya sabemos: que lo bueno se paga. Pero en el fondo y considerada la calidad de algunos productos (y las referencias que yo traía de este tipo de productos de España) no me pareció en absoluto caro, aunque también es cierto que comparado con otros mercados los precios sí pueden ser bastante superiores. A mi además y supongo que movido en parte por la morriña, otra de las cosas que más me llamó la atención fue pasear por pasillos llenos de chorizos, jamones y paelleras, hasta tal punto que para cuando quise darme cuenta me estaba zampando una tapa de chorizo de Pamplona con queso y aceitito!.


Puestos a comparar, en la variedad sobre todo de frutas, verduras y pescados, me recordó a la Boquería, ese GRAN MERCADO (en mayúsculas) situado en Barcelona. Aunque he de decir que le falta esa presentación final que los catalanes han sabido dar al conjunto y que hace que además de ser un mercado de altísima calidad, sea también una preciosidad que merece la pena visitar como un punto turístico aunque no seas como yo un amante del gran producto. Otra similitud es la de que se pueden consumir los productos expuestos de una forma habitual, nosotros por ejemplo tomamos un excelente ceviche, unas ostras y almejas y para rematar un sashimi exquisito (aunque con una ligera marinada de soja y limón).

También aproveché para comprar unos lenguados para preparar “a la meuniere” (que esa misma noche cayeron) y un cargamento de fruta para el desayuno diario, consistente en higos, mangos amarillos, peras chinas y manzanas. Así como unos frutos secos para tan pronto compre unos moldes, hacer la tarta de zanahoria para un cumpleaños.


Tras tan imponente “Brunch”, y después de dejar las compras en casa, salimos hacia el barrio de San Ángel. Situado en el suroeste del DF y muy cerca de Coyoacán, San Ángel se asentó en uno de los conventos carmelitas más importantes de la Nueva España del siglo XVII, zona que regada por el rico río Magdalena favorecía el exuberante crecimiento de frutales y otras cosechas, y con él la fundación del pueblo de San Ángel. Las naves de aquel convento son a día de hoy un museo.

Los rasgos principales de la zona son las calles angostas y empedradas con casas de tipo colonial pintadas con colores vivos, y sobre todo los puestecillos de arte que se reparten a lo largo de las mismas y se concentran en los parques, fomentando una gran actividad cultural con la exposición de arte nacional e internacional, que llega a su punto álgido los sábados en el bazar y comercios de los alrededores. La oferta gastronómica es también amplia y reconocida, especialmente por sus quesadillas y platillos autóctonos.

La zona se me antojó ideal para hacer un buen regalo, ya que abarca una oferta que va desde artesanía más básica hasta cosas más depuradas y especiales, pasando por diversos registros tanto en la onda artística como en la ejecución material de las obras. O para pasar la tarde del sábado dando una vuelta, como fue el agradable caso.

El domingo aproveché que los museos son gratuitos para visitar el “Rufino Tamayo”, que es el primer museo que conozco que dedicado a un artista en concreto, no expone ninguna obra suya. Si bien es cierto que hay en remodelación 2 salas que para finales de año abrirán y donde previsiblemente ya se expondrán estas obras, el asunto no deja de ser llamativo ¿no creéis? Así que tuve que conformarme con una amena exposición temporal y colaborar en otra bastante simpática en la que pedían a los participantes acercarse para tomarles la medida (de altura) en una gran sala donde quedaba marcada con rotulador, así que ahí dejé mi “elevada” impronta. A la tarde tocó visita a Coyoacán a comer en la inauguración del negocio de un amigo y luego visita tranquila por la zona, donde entre otras cosas se encuentra la “casa azul”, residencia de Frida Khalo. Pero eso lo reservo para otra entrada, que como ya viene siendo costumbre esta ha quedado hermosa.

Para despedirme, sólo recordaros que pulsando en las imagenes podéis verlas ampliadas.

4 comentarios:

  1. miguelin!
    se me ponen los dientes largos!
    va a ser una entrada cultural y una gastronomica...como vamos a aprender!

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  2. Interesante, Michael. Por cierto, revisa los hipervínculos de las imágines, algunas apuntan a otra imagen distinta. Abrazos!!!

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  3. Ya veo lo dura que es la vida de los sufridos emigrantes, explorando zonas inhóspitas y comiendo lo que caiga......
    Un beso,

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  4. Las crepas de huitlacoche de San Angel Inn son las mejores del mundo. No te las pierdas

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